4.- Un pobre occidental ignorante…
Sábado 3 de Marzo
Otra noche sin dormir plenamente. Me desperté a las 02.00 a.m. Había dormido unas 4 horas. No iba a aguantar ese ritmo de falta de sueño mucho más. Hice un esfuerzo para dormirme, pero se produjo el efecto contrario. Me despejaba aún más y me quedé en vela hasta que sonó el Gong. Me levanté, me duché con agua fría y me dirigí como un zombi hacía el templo, como el resto del personal. A paso lento, medio encogidos por el rocío de la madrugada y preparándonos para el esfuerzo del día que se avecinaba. A las 07.00 a.m. ya hacía 38 ºC. Los 12 ventiladores del techo y los restantes de las paredes funcionaban a toda potencia durante todas las horas que permanecíamos en el interior.
La hora del almuerzo, fue de nuevo mi salvación a tan penosas meditaciones. La mente seguía tremendamente agitada. Me parecía que lo estaba aún más que el primer día. Tenía hambre, y si bien intenté ayunar, no lo conseguí. Procuré comer poca cosa, que no fuera muy consistente, algunos frutos secos, unas flores violetas que estaban muy sabrosas y las hojas de alguna planta o árbol endémico. Me dije a mi mismo que tenía que dejar de comer las próximas 24 horas, pues de esta forma me sentiría más liviano, más ligero para las meditaciones. Tal vez de esta forma, eliminaría una variable, un inconveniente, el sopor post-digestivo. Notaba que el proceso de digestión me consumía mucha energía, y con lo que estaba pasando, necesitaba acumular y aprovechar toda la energía posible y que no se disipara en este proceso metabólico.
Las siguientes horas de la tarde fueron terribles. El calor era sofocante, los ventiladores funcionaban en su máxima potencia pero apenas aliviaban. El sudor me resbalaba por la frente y se introducía en los ojos. Me escocían, tenía que moverme continuamente y perdía la concentración. Me desesperaba por momentos.
En la siguiente hora de Meditación Grupal, me llamó la atención un hecho curioso: La maestra-guía apagó todos los ventiladores de golpe, justo cuando más calor hacía. No lo entendía, y en mi desesperación pensé que era una nueva forma de torturarnos…El sol estaba en su plena vertical. Tenía la camiseta empapada en mi propio sudor. No corría ni una brisa de aire. Sólo se escuchaban los grillos con sus cantos desesperados….
Mas tarde comprendí el motivo de esta maniobra. El aire producido por los ventiladores hacia correr una corriente de aire sobre nuestra piel, y eso mismo impedía que identificáramos plenamente todas las sensaciones a nivel superficial. Estas sensaciones sutiles eran las que debíamos aprender a identificar en nuestros cuerpos, a través de la concentración en la respiración. Todo estaba calculado, estudiado, experimentado. Como decía Goenka, su técnica se basaba en la experiencia de miles de años sobre miles de practicantes. Tenía su lógica, si bien cada vez que se apagaban los ventiladores, me ofuscaba, mi mente reaccionaba hasta tal punto, que hubo momentos en que llegué a cuestionarme la eficacia del método, no le encontraba explicación, pues todo aquello, no paraba de hacerme sufrir, y cada día un poco más que el anterior. Aquello evidentemente me producía una sensación desagradable, un rechazo, una completa aversión.
Y justo en el preciso momento de este rechazo, empecé a comprender como todo lo que ocurría tendría sus frutos, y si me mantenía atento a todo, tanto a las sensaciones agradables como a las desagradables y no me aferraba a esos pequeños y escasos momentos en los que me encontraba realmente a gusto con la posición sentada, todo iría modificándose y cambiaría mi visión de las cosas.
El problema es que me aferraba a esos momentos de sensaciones agradables, me apegaba, los deseaba, y cuando desaparecían, me frustraba y comenzaba a sufrir.
Sobre esta sensación precisamente, radicaba toda mi desdicha y supongo que la desdicha de los demás. En la Aversión y el Deseo ( “cravings “ o antojos, ansias, como los llaman en inglés). Mi sufrimiento no se diferencia del de los demás. Siempre se repetía y se repite el mismo esquema mental:
Rechazo de lo desagradable y deseo de lo agradable. Absolutamente toda resistencia en contra de esta premisa produce sufrimiento, pues no siempre las situaciones que se nos presentan en la vida son agradables, y por ello, por ese anhelo de bienestar, reaccionamos, las rechazamos y nos frustramos.
Según Buda: La vida es sufrimiento ( 1ª Noble Verdad). La causa del sufrimiento es el deseo ( 2ª Noble Verdad). Hasta aquí lo comprendí todo perfectamente. Era evidente que sufría e interioricé perfectamente la causa: Mi deseo de querer más circunstancias agradables, que evidentemente no siempre se producían.
Por la noche, en mi catre, no conseguía conciliar el sueño. Me dolían intensamente las rodillas y la parte lumbar, tras ya 30 horas sentado en la posición del Loto. Demasiado para un pobre occidental ignorante.
Sin duda, de los 3 primeros días, este fue el peor, el que más luché y más sufrí. Si bien, paradójicamente, tras tantas horas de concentración, notaba sensaciones diferentes, de una cierta claridad mental, de una cierta liberación de algunas “toxinas mentales”. Como si de tanto respirar, o al menos, tomar conciencia que respiraba, se me hubiera abierto un canal por el que se filtraba toda esa “suciedad mental”, produciendo una especie de “aclarado” de estas “contaminaciones de la mente”.
Y en realidad, eso es lo que sucedía. Estaba estableciendo poco a poco, hora tras hora, una conexión, entre el subconsciente y la conciencia, y el objetivo de estos primeros días era trabajar en la construcción de este “puente”, y que si se hacía con determinación, intensidad y excelencia, serviría sin duda, para limpiar las impurezas mas densas y burdas, para de esta manera, despejar un poco el camino, para ir en los días posteriores, pasando a aspectos más sutiles, a emociones más profundas.
Recordaba lo que había leído en el tablón del comedor ( que era el lugar dónde se dejaban por escrito las instrucciones y directrices a seguir durante el curso y dónde apuntábamos nuestros nombre en caso de desear una entrevista con la maestra):
“Mañana 4º día, es el día de la Determinación; tendréis que permanecer totalmente inmóviles durante las tres horas de Meditación Grupal.”
Al mediodía del 4º día, comenzaría de manera más profunda, el siguiente paso en la técnica de Meditación: el Vipássana.
Tenía curiosidad por comenzar a experimentar ya algunas sensaciones un poco más “místicas”, como sentir el éxtasis, la elevación, esa sensación de flotabilidad, de ausencia del mundo material. Quería empezar a tener sensaciones corporales diferentes, pues con la práctica continua suponía que todo iría un poco mejor, más fácil, más agradable….
Y ahí comenzaba otro de mis errores, desear otras sensaciones diferentes, más fáciles, agradables…Y nada más lejos de la realidad. Con estas expectativas precisamente, entendí en los días siguientes, que lo único que conseguía era precisamente incrementar mi deseo, mi impaciencia, mi desesperación, mi frustración.
Todo esto era algo completamente normal en el proceso de aprendizaje: Experimentar consciente y profundamente ese dolor, para entender de forma profunda cual es el origen el sufrimiento, cómo se desencadena, su causa ( 2ª Noble Verdad)……
Pero en esos momentos, yo todavía era ajeno a todo este proceso, lo único que mi mente buscaba, era una sensación agradable, una hora buena de Meditación, al precio que fuera…..