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La maleta púrpura.

Tengo un encargo que hacer. Llevar una maleta púrpura a una niña de Etiopía.

La maleta es tamaño medio, el color púrpura es  casual. Podía haber sido azul, verde o roja. Hoy una amiga me ha dicho que el púrpura es el color de la esperanza….No sé. Igual. Yo creía que era el verde el color de la esperanza. Para los jóvenes ahora es el púrpura….jajajajaj

La maleta contiene ropa occidental nueva, algunos juguetes, muchas lágrimas y un suspiro de esperanza.

Un suspiro de esperanza porque el encargo no es menor. Su madre adoptiva española, perdió la adopción una vez de vuelta a España por un asunto judicial en el país, y tuvo que salir prácticamente huyendo de Etiopìa y dejando a su hija adoptiva allí.

Llamaré a la niña Denkenesh, que en amariña quiere decir “eres preciosa”. Es etíope, de la zona de Oromia. Tenía en el momento de la adopción unos tres años y medio. Ahora debe tener unos 6 años. Y en estos momentos me dirijo hacía ella con esta maleta púrpura.

La historia es compleja. La madre adoptiva, a la que llamaré María, adoptó hace diez años un precioso niño etíope, el cual se ha integrado perfectamente en nuestra sociedad. Hoy, convertido en un adolescente, destaca por el color de su piel, su pelo rasta y una belleza serena propia de muchos etíopes.

María, animada por la integración de su hijo adoptivo, se animó a iniciar el proceso de adopción  esta vez de una niña etíope también. Inició los trámites hace 7 años aproximadamente, y tras 4 años de espera consiguió por fin que le asignaran a una niña de unos 3 años.

Tras pagar una cantidad de dinero nada despreciable a una organización dedicada a la adopción internacional, y después de algunas idas y venidas a Etiopía, consiguió por fin hacer el segundo viaje de su vida. Junto a otras 18 familias españolas, viajó a Madrid y desde allí todos hacía Etiopía, para llevar a cabo las correspondientes adopciones.

Una vez en Etiopía, las cosas se complicaron con los distintos trámites burocráticos, administrativos y legales de la adopción. Recordar que estamos en África, el continente más pobre del planeta. Aquí las cosas no funcionan como en occidente. Aquí tienen su propio ritmo, sus carencias, sus dosis de corrupción y aquí el tiempo tiene otra dimensión.

Tras 3 meses encerrada en un hotel de Addis Abeba conviviendo con la niña, por fin le dan el visto bueno para la adopción y el viaje de regreso a España.

El proceso fue largo. Tres meses y 4 años de espera. La situación en el hotel era tensa a la espera de las resoluciones judiciales de adopción, los interminables trámites burocráticos, los gastos incrementados y una espera interminable.

Surgieron algunas discusiones en el seno de las familias adoptivas por las distintas irregularidades del proceso, los abusos en los pagos y la exasperante espera. La tensión desembocó en una acalorada discusión con el representante etíope de la organización internacional de adopción. Mi amiga perdió encabezó las quejas colectivas y se enfrentó al manager de la  organización y tras calmarse pidió disculpas al manager.

Disculpas que parece no hicieron efecto en el funcionario ya que el mismo día de salida del hotel ya con los trámites finalizados y la niña siendo ya plenamente adoptada, la policía etíope hizo acto de presencia en la habitación del hotel de mi amiga y procedieron a detenerla a ella y a su compañera de viaje, las cuales fueron llevas a Comisaría en ingresadas en prisión por una falsa denuncia de un testigo amigo del manager con el que había discutido. Las acusaban de conductada obscena, de haberse acariciado en público en el hall del hotel.

La homosexualidad no es sólo una ofensa en Etiopía, sino un delito castigado con hasta 25 años de prisión. Algunos países están aún poco evolucionados en este aspecto, existiendo muchas desigualdades entre hombre y mujer, heterosexuales y homosexuales.

El panorama era terrible. Las dos, encarceladas y la custodia de la niña perdida. Tras varios días de gestiones con la embajada española consiguen salir de prisión previo pago de 8000 euros, una cantidad astronómica en el país,  y permanecen en arresto domiciliario en la habitación del hotel. La madre adoptiva está impactada por la situación, hundida y destrozada anímicamente. La embajada intercede  y tras distintos arreglos diplomáticos, se les permite a las dos salir del país en un plazo de 6 horas, cosa que hacen sin otro remedio, dejando obviamente a la niña en Etiopía. La adopción fue revocada  y perdió cualquier derecho sobre su hija adoptiva. La niña volvió al orfanato.

La situación simple y llanamente se jodió, y bien.

Dos años después y tras un largo periplo para intentar recuperar la custodia, me encontré con ella en una cafetería de Málaga y me contó su historia.

Escuchar fue tan descorazonador y al final del relato no sabía que decir. Quise buscarle algo de consuelo pero no encontraba la manera. Me quedé mudo habiendo conocido en su momento a su primer hijo adoptivo, el cual estaba recién llegado y tuve la oportunidad de verlo ya 10 años después.

Me dijo que prácticamente no sabía nada de la niña, tan solo que según un amigo etíope se encontraba en un orfanato al sur de Addis Ababa, en la región de Oromia. Y poco mas.

No se me ocurrió otra cosa, dada mi afición a viajar y a meterme en problemas….jejejejeje….., que ofrecerme a ir a comprobar si la niña estaba bien y si tal vez se podía conseguir reactivar la situación administrativa y judicial bloqueada como consecuencia de su detención en el país.

Mi ofrecimiento en principio fue algo similar a una forma de consuelo. Su dolor y desesperación era agónica y no tuvo otra cosa que preguntarme con lágrimas en los ojos que sí era un ofrecimiento real, ella me lo aceptaba…..Me lo aceptaba desesperadamente, pues como me dijo, yo era su último cartucho…..

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