9.- Tagong: Una colina especial. 2 Julio 2010
Tagong es un magnífico pueblo perdido en las montañas de Tíbet, a una altura de 3.400 metros. Pequeño, tranquilo, lleno de peregrinos tibetanos de aspecto rudo, vestimentas auténticas, tocados con sombreros de fieltro, pelo largo y negro con trenza, mal aseados por la dureza del entorno… Y ellos siempre con un cuchillo de considerables dimensiones a la espalda propio de la naturaleza salvaje de los guerreros Khampas.
Hoy, después de recuperarme de la mala noche pasada por el mal de altura, me he animado y he subido con mi colega y los dos irlandeses a lo alto de una colina, donde hay miles de banderas de oraciones ( Lumtas) y una enorme inscripción en blanco sobre la ladera de la montaña con el mantra tibetano (oración) OM-MANI-PADME-HUM, que se puede ver desde cualquier lugar de las extensas praderas.
Es éste el mantra más importante del budismo tibetano y, si bien no tiene un significado semántico en sí, la repetición de las diferentes sílabas se expresan a modo de plegaria cuando los tibetanos rezan. Este mantra también está grabado en miles de piedras por cualquier camino, en chörtens, monasterios, etc…
Hay un pequeño chörten o stupas ( monumentos funerarios donde se guardan algunas reliquias de monjes importantes) situado en el punto más alto de la colina. El objetivo era escalar hasta la cumbre para ver un magnífico panorama del pueblo, de sus praderas y el pico más alto de la zona de 5.820 metros ( Zhare Lhatse), con sus nieves perpetuas y su imponente presencia.
Mientras escalábamos siguiendo el reguero de las miles de banderas de oraciones, se me vino a la mente que tenía entre mis cuadernos de viajes la foto de una personita especial. Bueno, en realidad era una foto de cuando ella tenía 12 años, que me gustaba mucho, que me dio hace mucho tiempo, y que he conservado en casa todo este tiempo.
Cuando decidí venir al Tíbet pensé en llevarme esa foto por dos razones: porque el Tíbet era para mí un lugar especial y porque ella también lo fue. Bueno, aún lo es, por eso pensé que era la ocasión de “juntar” el país y la persona con el objetivo de alguna forma “conjurarlos”. Y me apetecía hacerlo de una manera simbólica. No sabía exactamente cómo lo iba a hacer, pero quería que fuera un “ritual” sencillo y cargado de sentido.
Y mientras me encontraba subiendo a ese monte, la atmósfera desprendía algo especial. En un determinado momento desaté un pequeño lazo rojo de unas de las miles de banderas de oraciones y me lo até a la muñeca. Y seguí subiendo.
Cuando llegué arriba me aparté de los demás, escribí el mantra OM-MANI-PADME-HUM sobre la foto, la anudé con el lazo rojo al poste que sostenía las banderas sobre el chörten sagrado, y al instante empezó a levantarse un fuerte viento, como si quisiera que el espíritu de esa foto se fuera impulsado ya por el aire, lo mismo que se van todas las oraciones inscritas en esas banderas multicolores hacia el cielo, donde viven los espíritus. Y deseé lo mismo que desean los tibetanos con las oraciones en sus banderas: que su espíritu fuera lo más libre posible y que subiera alto, muy alto. Era el momento de dejar que “se marchara”.
Me emocioné y me sentí feliz. Porque ha sido durante siglos la colina más sagrada del lugar para los peregrinos y los habitantes de Tagong.
El chörten se considera en la tradición budista como símbolo del camino hacia la iluminación.
Y ella sabrá cuando identifique algún día esa pequeña colina en un mapa del mundo que aquella montaña le pertenece y que ella también pertenece a la montaña…
Un relato conmovedor…