11.- Una pequeña revolución solitaria…
Domingo 11 Marzo.
Es el día de la despedida.
Nos levantamos como siempre a las 04.00 a.m. y fuimos al templo.
La voz de Goenka se despidió de nosotros con una práctica de Meditación METTA, para generar sentimientos de amor, de bienestar. Fue muy emotivo, un momento inolvidable. Me alegraba de corazón por haber tenido la oportunidad de haber vivido esta increíble experiencia.
Sentí como un “nuevo nacimiento”, el principio de una nueva oportunidad. Se me rompieron todos los esquemas y me sorprendía lo realmente difícil que resulta desaprender todo lo aprendido para volver a programarse de una forma más auténtica y personal, menos condicionada. No podía dejar de recordar aquello de que “….Justo cuando conseguí encontrar todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas…”
Esta experiencia relatada ocurrió en el año 2001. Volví a repetir el mismo retiro en el mismo lugar en el año 2003. Todos estos relatos fueron escritos en los días posteriores a mi primer retiro, hace ya 9 años, y no he querido variar ni una palabra, ni una coma. Así los sentí, y así los escribí en su momento. Y ahora tan sólo los he transcrito.
Desde entonces han cambiado muchas cosas en mi existencia. Siento más paz interior. Los acontecimientos siguen sucediéndose, pero percibo las experiencias con más calma, de una forma más sosegada.
Cada día, durante 1 hora, todos los días, me aíslo, entro en otro estado de conciencia y puedo sentir una cierta Alquimia interior, profunda, lenta pero determinante. Sigo con mi sufrimiento pero de una forma mas sosegada, menos reactiva, observo un poco mejor y mi relación con el dolor se ha modificado, lo acepto mejor.
Tengo días agitados, tristes, melancólicos, de confusión. Son los menos. Cada día es diferente, hay un nuevo sol, una nueva oportunidad para tomar conciencia de las cosas, de los pensamientos, de los actos. Un desafío diario que me hace crecer, evolucionar en un sentido positivo, constructivo, armónico. Aunque sigue siendo muy difícil llegar a expresar todo este cúmulo de sensaciones, emociones y percepciones.
Tras el primer retiro, llevé a cabo una cosa que estaba germinando en mi cabeza desde hacía un tiempo: Dejar mi trabajo. Renunciar a la seguridad de un buen sueldo, renunciar a las cadenas, a la esclavitud, a la mediocridad, en pos de una vida menos planificada, más inestable, menos segura.
Viví de forma autosuficiente, dejé la ciudad, me construí una casa en las montañas ( otro lugar perfecto para esconderse, supongo….) donde viví dos años muy intensos de soledad, incomprensión y desarraigo. Algunos no han comprendido esta metamorfosis. Me daba igual. Era un paso que sólo yo podía entender.
Dejé de mirar a los lados y me olvidé de todas las referencias externas, centrándome en las propias. Era una pequeña revolución solitaria, sin ruidos que no se ha estancado con esos cambios, pues tras ellos vinieron más.
Volví a la ciudad tras ese periodo de desconexión, de purificación, de interiorización, de silencio. Volví a trabajar durante unos años pero el cambio había sido muy profundo y no podía adaptarme de nuevo a mi profesión. Y llevé a cabo otra profunda remodelación “exterior” de mi vida, acompañado con cambios de actitudes interiores. Me mudé varias veces de casa y seguí viajando por todo el mundo. Aprendí más idiomas y conocí nuevas posibilidades. Me “desvinculé” definitivamente de la tiranía de la organización en la que trabajaba pues estaba cayendo enfermo, sentía que me moría lentamente…
Y ahora me encuentro tranquilo, con una sonrisa, observando como amanece….
¡Admirable!
Hay que tener mucho valor para encontrarse con su yo interno…