31- Desierto del Gobi.Parte 5: Silencio y hospitalidad.

Jornada 7.- Jueves.

 Tsagaan Suvraga-Baga Gazarin Chuluu: Esta noche ha sido espectacular. Después de la tormenta de arena de ayer tarde hemos tenido tormenta de agua esta noche. Nunca había imaginado que en un desierto pudiera llover tanto. Ha estado lloviendo con fuerza prácticamente toda la noche, sin parar. Hasta nuestra tienda mongola ha tenido goteras a través del grueso fieltro del techo impermeabilizado con la grasa de cabra…Se nos ha roto un mito….Los famosos gers mongoles también tienen goteras.

El dormir en estas tiendas tiene un matiz aventurero, es una experiencia pero hay algunos inconvenientes, con los pequeños insectos que se te meten en la cama y que te despiertan varias veces en la noche, con sus mordiscos y picaduras. No hay pulgas, ni piojos, cosas sorprendentes debido a la cantidad de ganado con la que conviven los nómadas, pero es inevitable el pequeño ejército de bichitos reptadores y voladores, que vienen atraídos por la luz sobre todo, y porqué estamos en mitad de la naturaleza y ellos forman parte de esto….No se puede pretender vivir en una ambiente de aislamiento total de insectos, esto no es precisamente un quirófano.

Iniciamos la marcha a través de lo que nos queda de desierto, y nuestra sorpresa es mayúscula cuando nos damos cuenta que hay grandes charcos en mitad de todas partes, con lo cual algunos carriles paradójicamente están inundados de agua y tenemos que dar unos rodeos de varias decenas de kilómetros para volver a seguir la senda y no perdernos.

Estamos alucinados con la cantidad de agua que hay por todos lados, dejando incluso grandes lagunas y algunos vehículos están bloqueados y no pueden seguir, sobre todo los camiones de gran tonelaje. Jamás había visto esta cantidad de agua en mitad de un desierto. Conseguimos a duras penas sortear todas las balsas de agua y poco a poco vamos saliendo de este inmenso desierto.

Tardamos unas 4 horas en llegar a la ciudad más próxima, que es un pueblo para nosotros. Comemos y seguimos camino hasta llegar al ger de otra familia. Un hombre de 39 años, con dos niñas, de 13 y 5 años.

La mujer está fuera, en la capital, visitando a unos familiares. Como siempre, gente encantadora. Hombre trabajador, niñas amables, sonrientes. La grande me enseña su ordenador portátil y me dice que no tiene batería. Que cuando alguien cercano va a la ciudad más próxima, a 2 horas de viaje en coche ( no hay absolutamente nada alrededor) se lo lleva y se lo vuelve a traer con la batería cargada. Y tan contenta, me lo cuenta con una resignación tan natural y bestial, que se me vuelve a remover el alma y no sé que decirle ni cómo mirarla.

Para colmo tiene amígdalas y nada que tomar. Le damos algunos antibióticos y otros medicamentos a fin de calmarle el dolor. La niña pequeña, espabilada, juguetona y cariñosa. Van a la escuela en la ciudad donde viven con familiares durante el curso escolar.  Pasan 3 meses de verano en el campo con sus padres, trabajando duro, con los animales y colaborando en las tareas diarias por la supervivencia. Tienen sus responsabilidades ya desde muy pequeños, cosa inconcebible en nuestra sociedad occidental moderna.

Nos traen la cena a la tienda. Les vemos que se encierran en su ger y nosotros en el nuestro. Como no hay luz, ni tv, ni Internet, ni nada, la situación nos obliga a conversar, a escucharnos los unos a los otros, a expresar nuestra opinión y nuestros puntos de vista, a interrelacionar, a respetarnos en el silencio de la noche, en el vacío del lugar. Cosas del desierto: El silencio, al aislamiento y la falta de electricidad, fomentan la comunicación…..No será tan malo esto de vivir en el desierto….

Jornada 8.- Viernes.

 Vuelta a Ulaan Baatar. Hoy es la primera vez que soy el primero en levantarme. Salgo del ger y me sorprende como ha descendido la temperatura de una forma drástica. Ayer hacía 42 grados, esta mañana, en menos de 12 horas ha descendido la temperatura 32 grados. Son las paradojas de este territorio, los contrastes de Mongolia. Una bajada de 32 grados en menos de 12 horas….Nunca había visto esto. Ayer semi desnudos por las praderas, hoy toca gorro de lana, forro polar, chaquetón y alguna carrerita con el perro para entrar en calor.

Todos duermen. El único despierto, el padre nómada. Le preguntó por las niñas. Me invita a pasar a su ger. El interior como todos los gers nómadas, muy modesto, apenas un pequeño armario para ropa, toallas colgadas, zapatos viejos en una estantería, en medio una gran estufa donde introduce excrementos de camello secados al sol, único combustible en estas tierras, para calentarnos el desayuno: te con leche  y queso de cabra con pastas caseras. La verdad es que todo sabe a oveja….

 Las niñas duermen juntas en un jergón. Al poco se despiertan. La mayor con  tan solo 13 años, y tiene una mirada inteligente. Una belleza sencilla  y una templanza que sorprende. Algo seria.  La pequeña se despierta juguetona. Se viste con la misma ropa que ayer pero con un jersey más, por el frío, y jugamos un poco.

 La mayor le pide un vaso de agua que la otra le trae y se le queda mirando, mientras le doy dos pastillas que se toma resignada, junto con una galleta de chocolate, para pasar el mal trago. Tiene los ojos tristes. Se viste sin salir de la cama cubriéndose con una manta. Estamos en el interior su padre, yo, dos conductores arreglando un trasto del motor y otro nómada que acaba de llegar. Se levanta y sale para sacar a pasear al ganado a un lugar cercano. No sé como actuar, ni como consolarla o ayudarla. La veo ya de mayor, en su ger, con su marido y sus hijos. Con esa mirada de sabiduría que tienen algunas personas ya desde la infancia, y que sabes que su destino ya de alguna manera está marcado.

Me conmueve de nuevo la escena que presencio. Un hombre sentado en una silla baja, moviendo el té con leche, mientras sus dos hijas se preparan para hacer las tareas más duras, más ingratas y menos valoradas.

Nos despedimos una vez más, como siempre. Y esa sensación extraña, ese nudo en la garganta al ver por la ventanilla del vehículo como dejas allí a otros dos seres encantadores “esclavos” de su destino nómada.

 Es lo que tiene el “clan”, las raíces a la tierra, la tradición….Que hay que seguirlo, la sangre y la tierra tiran mucho, sobre todo en entornos tan hostiles como este……

Y de nuevo me pongo las gafas, aunque no hace sol…

El viaje de vuelta monótono e interminable por carriles tortuosos. De 2000 kilómetros que llevamos, tan sólo hemos ido 250 kilómetros por asfalto, y del malo.

 Llegamos a la capital a las 6 de la tarde. Desde la montaña se ve Ulaan Baator, esa monstruosidad, con arrabales llenos de pequeños gers con sus vallas de maderas, miles y millones de nómadas amontonados sin raíces ya, y abandonados, en una ciudad hostil, extraña, oscura.

Ya no encontraremos mas Ovoos en nuestro camino. Sólo los puedes encontrar en el campo, el desierto y las montañas. En la ciudad ya existen otras señas de identidad.

 Un ovoo es una pirámide de piedras y rocas, generalmente con un trozo de madera y una o varias telas de color azul anudadas. Se suelen situar en la cumbre de las montañas o en las carreteras, y pertenecen a la tradición chamánica pre-budista. Están considerados como elementos sagrados y no se puede cavar o cazar a su alrededor. Hay que rodearlos por la izquierda  en el sentido de las agujas del reloj, pedir un deseo o invocar a “los dioses”, hacer una ofrenda ( puede incluso ser una botella de vodka…) y permanecer un rato en silencio o rodearlos 3 veces….Son en definitiva, lugares realmente especiales.

Nos despedimos de nuestro chófer, “ Tiger”,  a quién también le hemos cogido cariño. Pagamos la cuenta en la agencia y nos refugiamos en nuestro café favorito donde nos ponemos al día con amigos y familia por medio de esto llamado Internet, nos tomamos un pedazo de cerveza fría y volvemos al hotel.

De camino,  en pleno centro de la ciudad de nuevo volvemos a la crudeza y miseria de este lugar: a pesar de ir los 4 juntos, un tipo con todo el descaro del mundo, le mete la mano en la bolsa al zaragozano y se pretende ir de rositas con su cámara de fotos….Nos quedamos de nuevo alucinados y logramos darle alcance y arrebatársela. Y mientras tanto, aprovechando la confusión del momento,  un compinche le metía mano a la mochila del madrileño…..De nuevo delirante…..

Y nos miramos como diciendo que vaya pena de ciudad, sabiendo que estos mongoles en estado puro son maravillosos, pero aplastados por el progreso y la globalización se están convirtiendo en  un auténtico despojo. Y nos embarga la tristeza, pues hace apenas unas horas estábamos en el lado completamente opuesto, compartiendo nuestra existencia con gente realmente espectacular.

En el hotel está ya cada uno en su propia onda. Mañana el madrileño se va hacía el norte, el zaragozano pasado mañana hacía el este, intentando tirar de su bicicleta, mi colega en un par de días vuelve a China y yo lo haré en 3 o 4 días, dependiendo de los billetes de tren o avión.

Pasaré unos días en ese organismo monstruoso llamado Pekín esperando regresar ya a casa. Estamos en ese momento en que nos despedimos y cada uno tira para una dirección. Una sensación extraña de nuevo, pues me apetece ya un poco de soledad pero a la vez, siento que los voy a echar de menos. He pasado buenos momentos con ellos, con buen humor y compartiendo cada minuto. Y ahora toca que cada uno siga su camino.

La experiencia ha sido positiva y me sorprendo, ya que desde siempre he tenido una tendencia a la individualidad….Y bueno, que si me empeño, también puedo adaptarme a la colectividad….Me resulta curioso. Algunos/as no se lo creerían……