3.- Desierto del Rub al-Jali. الربع الخالي الصحراء .
De Muscat a Salalah من مسقط إلى صلالة
Muy temprano sobre las 5 de la mañana, nos levantamos y abandonamos la ciudad en autobús, hacía nuestro próximo destino, Salalah, situada a 1000 kilómetros al sur. Bordeando el desierto de Rub al Jali الربع الخالي. Uno de los desiertos más inhóspitos de la tierra.
El autobús no estaba del todo mal, barato, unos 12 euros al cambio, bastante aceptable aunque evidentemente no llega al confort y calidad de los que hay en nuestro país, pero para lo que hemos visto en otros países de Asia, se podrían considerar de bastantes “estrellas”. Algo sucios, asientos desencajados, ausencia de cortinas para amortiguar el sol….pero en definitiva, pasables.
El trayecto es tremendamente monótono pero bellísimo. El desierto de Rub al Jali الربع الخالي cambia de color conforme pasa el día, e incluso de apariencia, pasando de las dunas doradas, a espacios pedregosos con tierra oscura, se perciben ciertas similitudes con paisajes lunares. No hay absolutamente nada, ni una choza donde cobijarse, ni plantas y aparentemente, ni animales.
El autobús se detiene cada 2 o 3 horas para que los pasajeros puedan comer algo e ir al servicio. Normalmente se suele parar en una población compuesta de varias casas de adobe, y una de estas construcciones suele ser algo parecido a un restaurante. En Omán, la comida es aceptable y barata, el “restaurante” suele estar limpio (para los cánones orientales….) y bueno, el water no merece demasiado comentario. Suelen estar todos algo atascados, con un olor repugnante y un gran agujero en el suelo….del cual parece que va a salir en cualquier momento una serpiente marina de esas monstruosas de la aventuras de Moby Dick.
El personal en el autobús suele ser mixto, hombres acompañados de su esposa o esposas y muchos niños y niñas. (En el Islam un hombre puede tener hasta cuatro esposas, siempre que pueda mantenerlas y satisfacerlas por igual….Osea, que aunque lo parezca, no es ningún chollo..!!). Abundan los beduinos que viven en el desierto, con sus trajes típicos, sus turbantes y sus armas, y las mujeres, que van totalmente tapadas. Sólo se les ven esos ojos negros…… A las mujeres no se les puede dirigir la palabra, ni siquiera la mirada. Si las miras fijamente los hombres empiezan a ponerse nerviosos y ellas obviamente retiran inmediatamente la mirada, a veces de forma sumisa y otras de forma agresiva. No es conveniente mantener la mirada a las mujeres cuando el velo permite ver los ojos. Los hombres en general muestran curiosidad aunque siempre con un cierto aire de superioridad haciendo proselitismo continuo del Islam, en cuanto perciben que eres extranjero y hablas árabe…y obviamente tratarán de convencerte y de convertirte al Islam. Para ellos es un mérito.
Tras 13 horas de viaje, llegamos a Salalah, donde al estar más distanciados del “infierno húmedo” de Muscat pensábamos, o queríamos pensar que el calor y la humedad iban a ser menores. Y fue así, pero la diferencia era mínima, aunque más soportable. Buscamos rápidamente hotel a un precio moderado, unos 30 euros al cambio por una habitación doble aceptable, y como siempre, dejamos nuestras cosas en la habitación y nos lanzamos a la calle a descubrir la ciudad, antes de que oscureciera.
No se puede decir que Salalah sea una ciudad hermosa. Básicamente consta de dos grandes calles con muchos comercios, la población es mayoritariamente Pakistaní. Tiene costa con unas playas inmensas, una especie de paseo marítimo algo destartalado, mucha humedad o “Rutaba” رطو بة , y poco más….
Omán forma parte de los Emiratos Árabes y tiene mucho petróleo. Los antiguos beduinos y ahora los “señores” del país no trabajan. Importan trabajadores de los países limítrofes, Pakistaníes fundamentalmente, que son musulmanes, es decir, “hermanos”…… y mano de obra muy barata.
Salalah tiene costa con unas playas inmensas, una especie de paseo marítimo algo abandonado, mucha “Rutaba” y nada más. Poco turismo local, ausencia total de extranjeros y una paisaje desértico, confluyendo la humedad de la costa con el aire seco y polvoriento del desierto, que le dan una aspecto ciertamente peculiar al lugar, existiendo un ejército de hombres dedicados a lavar a mano los vehículos de la población que están siempre sucios y húmedos, como recubiertos con una fina capa de barro…..lo mismo que nosotros, que padecemos igualmente esa mezcla de tierra fina desértica con la humedad salada del mar, que nos confieren una apariencia algo “viscosa”….
Cena de rigor en un local muy bien acondicionado donde comemos bastante bien a precios aceptables, unos 3 euros por cabeza…Falafel, pescado, ensaladas…….Paseíto por la calle principal, muchísimo calor, población aburrida y muy poco más. Nada interesante para ser sinceros.
Pasamos dos día en esta ciudad intentando descubrirla. Incluso nos aventuramos a visitar el puerto….Pensando que el puerto era un puerto tourístico. Después de regatear duramente con un taxista y soportar sus intentos de conversión al islam recitando continuamente párrafos del Corán llegamos tras atravesar parte de la urbe que consistía en algunas casas construídas en medio de un desierto, al puerto. Evidentemente no existe puerto marítimo en Salalah sino más bien un puerto de estibadores, de cargas y descargas de miles de contenedores y un ejército de trabajadores-esclavos pakistaníes que descansan por turno en una maltrecha y sucia cantina de la zona franca.
Nos quedamos descorazonados y algo decepcionados. Nada de nada. Nada bonito. Todo era un amasijo de barcos enormes de carga, bolsas de plástico de colores volando por todas partes y hombres con monos de trabajo naranja y casco de protección, que le daban al lugar un visión extraña, casí apocalíptica…Me recordaba a esas imágenes del penal de Guantánamo con esos musulmanes “presuntos terroristas” con monos naranjas encerrados en jaulas….
La vuelta fue algo más complicada. Un puerto en mitad de un desierto con absolutamente nada alrededor. Llegamos caminando a duras penas a un complejo residencial para trabajadores extranjeros con todo tipo de equipamientos, zonas verdes, antenas parabólicas, guardias de seguridad y hasta un Pub auténticamente inglés. Nos quedamos aún más sorprendidos. El personal no es demasiado amable, por lo que decidimos largarnos de allí aunque fuera de nuevo quedarno en mitad de una carretera desierta. Y como era de preveer, tras un buen rato apareció un camión que pudimos parar y el cual nos devolvió cerca de nuestro hotel. Llegamos exhaustos, hambrientos y algo aturdidos. No merecía la pena permanecer allí mucho más. La ciudad merecía una cena más y una “huída” hacía tierras más frescas y conocidas, hacía el Yemen, aunque nunca sabes si vas a poder entrar, aunque tengas el visado….