23.- EL TRANSMONGOLIANO 

Hemos cogido el tren a las 7.47. Puntualidad soviética-china. Todo muy bien organizado, con unas azafatas mongolas esperándonos en el apeadero, junto a la entrada de los distintos vagones. Gente maja, ya se nota un poco la diferencia en contraste con la rigidez china. El tren en muy buenas condiciones, aire acondicionado, departamentos de 4 personas, literas, dos arriba y dos abajo.

 El billete de ida, 1600 kilómetros desde Beijing a UlaanBaatar, 30 horas de viajes, nos ha costado unos 130 euros al cambio. El billete se saca en un hotel de lujo que hay a unos 20 minutos de la estación.

Se puede comer en el vagón-restaurante de forma aceptable por unos 3 euros por persona, arroz ( por supuesto) con verduras y cerveza china. Comida espartana, sabrosa y mas que buena, dadas las circunstancias y el precio. Desayuno ya en territorio mongol, con pan de verdad, mantequilla, mermelada y café ( 3 euros….)

Nos ha tocado un compartimento con una chica joven mongola. Lleva durmiendo todo el viaje, se acaba de despertar y nos está enseñando algunas palabras y expresiones en mongol, “SEIN-BE-NU” ( Hola…),un idioma complicado que sin embargo utiliza el alfabeto cirílico heredado de los rusos, cuando pertenecieron a la Unión Soviética. Muy maja esta mujer. Parece que son más expresivos y comunicativos que los chinos. Veremos a ver. Las primeras impresiones son buenas, pero como siempre, expectativas moderadas ante los pueblos desconocidos.

Por lo demás el tren está bastante bien aunque cada compartimento tiene su puerta que la gente por lo general cierra, con lo cual hay poca comunicación, interrelación entre los viajeros. Un poco rollo, pues el tren anda un poco muerto, la gente poco animada, introvertida,  demasiada tranquilita. Pero a pesar de esto es preferible a que  te toquen unos mongoles gigantescos con ganas de pasar la velada con vodka. Todo está limpísimo, prohibido fumar excepto en los espacios que hay entre vagones.

Estamos ahora mismo llegando a la frontera de China con Mongolia, atravesando el desierto del Gobi, un paisaje alucinante, viendo la caída del sol en medio de este vacío y siendo transportado en un tren algo particular…Una sensación extraña, única, tal vez irrepetible.

Frontera china: Son las 21. Aparecen soldados jóvenes uniformados, disciplinados, serios pero correctos. Se llevan todos los pasaportes y tenemos que bajarnos del tren y quedarnos todos en una terminal de pasajeros, donde nos mantienen una hora sin poder salir…De fondo por los altavoces a toda pastillas, música de Juan Luis Guerra y temas románticos de Celine Dion, John Lenon, David Bisbal con el himno del mundial de fútbol, y el waka-waka de Chakira…….y todos mezclados. Con nuestras mochilas dirigiéndonos como a una campo de refugiados. Una escena un poco surrealista con esa música de fondo……

Hay que rentabilizar el supermercado que hay en el interior de la terminal, y cuando ya todos nos hemos dejado una pasta, vuelven a abrir  y nos dejan salir. Otro burdo truco para sacarnos otro poco más de divisas. Los guiris se juntan con más guiris y los chinos con sus compatriotas….Parece como si la gente no quisiera mezclarse demasiado…Una pena. Hablamos un poco en el idioma del imperio británico con una madre y su hija y nos quedamos con nuestra compañera mongola, con quién pasamos unos momentos de cachondeo, pues nunca recordamos su nombre (Untamar) y utilizamos un truco para recordarlo y se lo explicamos: del verbo untar como primera partícula y luego mantequilla….O sea, algo así como Unta la mantequilla….Untamar…

Tenemos que esperar 4 horas en este lugar, mientras trasladan el tren a unos hangares donde unas grúas gigantes levantan cada vagón para cambiar el ancho de las ruedas. Los chinos con sus miedos históricos  a una invasión por tren tienen unos raíles más estrechos que los países de su entorno, lo cual lleva a este “ritual” cada vez que se sale o se entra por tren de China. En especial con los mongoles, el único pueblo que consiguió conquistarlos….Y se ve que les ha quedado en la memoria.

 Sobre la 1 de la madrugada volvemos al tren y pasamos seguidamente la frontera mongola donde volvemos a entregar los pasaportes y pasamos sin más problemas. Personal serio, bien aseado y alimentado…Todo correcto, nada de milicianos mal encarados o corruptos. Apagamos luces sobre las 2 de la mañana tras todos los trámites aduaneros.

Amanece temprano, pero a las 9 de la mañana, nuestra compañera de viaje mongola Untama, todavía duerme, así que decidimos salir al pasillo del tren, desde donde podemos ver ya la amplitud de este país. Estamos en transición entre enormes estepas completadamente vacías y el desierto del Gobi. Entre la frontera y Ulaan Baatar ( Ulan Bator)  hay unos 750 kilómetros, no existe una sola ciudad grande en todo el trayecto. Se ven algunas casas aisladas (aislamiento de verdad…) algunos gers ( tiendas nómadas mongolas, similar a las yurtas tibetanas) y un vasto e interminable vacío….

Un paisaje inolvidable acompañado de este tren lento pero maravilloso…